jueves, 24 de enero de 2013

"Argo" o cómo gestionar junto al abismo


In Expansión CINEDEGESTIÓN por Ignacio García de Leániz, 13/01/13

 

El asalto a  la embajada americana en los días más convulsos de la Revolución Islámica que derrocó al Sha, nos da pie a una magnífica película que apunta a los principios que ha de tener una gestión y un liderazgo en momentos  críticos como los nuestros.


¿Cómo sacar del Teherán de Jomeini, a seis  diplomáticos americanos refugiados clandestinamente  en la embajada  canadiense?  La cuestión no es nada fácil puesto que no saben de  su existencia las temibles autoridades persas.  Y en el momento que lo sepan su vida valdrá cero.   Y sin embargo, la película histórica de Ben Affleck  planta cara al desafío y nos narra con maestría algo de mucha actualidad, ahora que tantas empresas y países –especialmente el nuestro- han visto los ojos al abismo: cómo no quedarse paralizado por su mirada y a pesar de los pesares planificar, ejecutar y controlar. Esto es,  no renunciar a un management  que tenga en cuenta tanto la precariedad como el miedo, precisamente para  poder gestionarlos sin negar su evidencia y  sin paralizarse ante  ellos: como Ulises ante las sirenas.  Por eso me parece de obligada visión  esta gran película  sumamente oportuna.

Claro que para ello hay que centrarse en la figura real  de su  protagonista- Tony Méndez (Ben Affleck) especialista de la CIA en rescate de rehenes- y  en el tipo de liderazgo que va ejerciendo a lo largo de todo el Proyecto diseñado por él.  Lo que    nos ofrece las siguientes pautas de actuación.

1. Acudir al Talento: Es época de talentismo, esto es,  de los mejores. No podemos –El Departamento de Estado  tampoco podía en la crisis de Teherán - dejar de dar paso a  las personas con talento, que se define por tres variables: “capacidad y compromiso en un contexto adecuado. Ahí radica  la “inteligencia ejecutiva” que Tony Méndez despliega para conseguir un objetivo tan problemático.  Mario Monti es otro ejemplo del “recurso al talento” en circunstancias también abisales.  En el mundo empresarial  tampoco cabe  alternativa.  Habrá, pues,  que revisar a fondo los mecanismos de promoción, desarrollo y gestión allí donde radique el capital intelectual. Y fundamentar el nuevo liderazgo que se reclama   en el talento.  El plan urdido por Tony Méndez –con la  colaboración de Hollywood- es un monumento a dicho  talento y a esa “nueva mente” sobre la que tanto  ha escrito Daniel Pink: una síntesis entre imaginación creadora e inteligencia lógica.   

2. Gestionar  la precariedad: No podemos tener un enfoque del management como el de  épocas anteriores de seguridades que ya no volverán. Lo precario apunta a la indefinición y fragilidad. En la empresa española actual, 2014 es ya  largo plazo y el próximo verano acaso  medio.   Tony Méndez sabía bien que su Plan -sin posibilidad de Plan B- pendía de un hilo.  Por ello los requisitos de calidad de su estrategia están perfectamente  detallados. Y es que  podemos definir la calidad como la contratuerca de la precariedad.   Pero  también la gestión de lo  precario nos enseña que habrá que  optar a menudo  por “el plan menos malo, dentro de unos planes todos malos”, como aduce  nuestro protagonista ante sus superiores. Un baño de realismo: gestión de la calidad con planes imperfectos.   Y rodeados además de gente tan imperfecta como nosotros. Sólo cuando Méndez se muestra humano.-esto es, imperfecto- el grupo de rehenes cree en él y en su plan.  Son las ventajas de lo precario.

3. Convivir con el miedo: todo el Proyecto que se desarrolla en la película está dominado por el miedo: miedo en los rehenes, miedo en la Administración americana, miedo, a menudo oculto, en el mismo Méndez.  Claro que lo contrario sería pura insensatez conociendo lo aventurado  del plan. Una de las causas de nuestra crisis-también empresarial- ha sido la supresión del sentimiento del miedo.  Y tanta represión explica que ahora aparezca desaforado.  Aristóteles nos dio la solución: la prudencia ejecutiva se opone tanto a la temeridad  como al temor infundado. En ese sentido, Tony Méndez es profundamente aristotélico: no se asusta del miedo;  lo asume y  conlleva.   Tal vez porque llevaba grabada en su interior una frase memorable de Roosevelt: “En la vida hay algo peor que el fracaso: no haber intentado el éxito.” Me parece que resume estupendamente la  película. Y, de paso,  nuestra tesitura. 

  Ignacio García de Leániz Caprile
Profesor/Consultor de Recursos Humanos
Universidad de Alcalá de Henares

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